jueves, 26 de enero de 2017

Un paso hacia el cultivo en cerdos de órganos humanos

La utilización de quimeras cerdo/humano para trasplantes aún queda lejos, pero su uso para probar nuevos fármacos no lo está tanto

Corazón de rata (en rosa) en un embrión de ratón. INSTITUTO SALK
Los dos grandes temas de la biología de los últimos años son las células madrela edición genómica, y no es extraño que la combinación de ambos esté empezando a abrir nuevas avenidas a la investigación biomédica. Es combinando esas dos técnicas como los científicos acaban de dar el primer paso firme para crear quimeras de cerdo y humano. Y para disipar un tabú que puede resultar muy dañino en el futuro próximo: el de no cruzar la barrera de las especies. Si eso puede beneficiar a la medicina, piensan los científicos, habrá que cruzarla.
El objetivo final de estas quimeras es cultivar en cerdos órganos humanos para trasplantes. Y aún está lejos. Pero hay otras aplicaciones secundarias, o intermedias, que no lo están tanto, como el de probar medicamentos en esos órganos humanos desarrollados en embriones de nuestro pariente porcino. Por el momento, la élite de este campo ha conseguido cultivar en ratones páncreas, corazones y ojos de ratas; y también generar células y tejidos humanos en embriones de vaca y cerdo. Son resultados espectaculares en sí mismos. Y su mera utilidad para la ciencia básica sería ya una noticia.
También hay una mala noticia. La integración de células humanas y órganos humanos en el desarrollo de un embrión de cerdo o de vaca –una estrategia ganadora para generar órganos trasplantables— está planteando más problemas técnicos de los previstos. La biología es una ciencia de la complejidad, y no es raro que haya que entenderla a fondo antes de conseguir aplicaciones prácticas. Lo que sirve para un órgano de rata en un ratón, no sirve en este caso para un órgano humano en un cerdo. La naturaleza no siempre se lo pone fácil a la ingeniería biológica.
“Hemos demostrado”, dice el jefe de la investigación, Juan Carlos Izpisúa, “que una tecnología de alta precisión permite que un organismo de una especie produzca un órgano concreto compuesto de células de otra especie; esto nos aporta una herramienta importante para estudiar la evolución de las especies, su biología y sus enfermedades, y al final puede conducir a la capacidad de cultivar órganos humanos para trasplantes”. El científico del Instituto Salk de California presenta sus resultados en el artículo principal de Cell, la publicación de referencia en biología molecular. Como en anteriores trabajos, ha contado con una colaboración importante de la Universidad Católica de Murcia y del nefrólogo Josep Maria Campistol, del Hospital Clinic de Barcelona.
La élite de este campo ha conseguido cultivar en ratones páncreas, corazones y ojos de ratas; y también generar células y tejidos humanos en embriones de vaca y cerdo
Desde 1998, cuando un grupo de la Universidad de Wisconsin en Madison halló la forma de aislar células madre de embriones humanos, los biólogos han planteado la posibilidad de usar esas células para fabricar órganos humanos trasplantables a pacientes. Casi veinte años después, generar órganos en la placa Petri se ha demostrado engorroso. La investigación de Izpisúa en los últimos años ha planteado la opción, seguramente más realista a medio plazo, de cultivar los órganos humanos en quimeras, o huéspedes de otras especies.
La técnica requiere edición genómica, y los científicos del Salk han utilizado su versión más poderosa: CRISPR, el método de modificación de ADN que ha revolucionado los laboratorios de genética. El grupo de Izpisúa la usa, por ejemplo, para desconectar el gen maestro que hace el páncreas en el ratón. Luego inyectan en el embrión de ratón células madre de rata que tienen intacto el gen maestro del páncreas. Los embriones se implantan en una ‘rata madre de alquiler’ y se desarrollan normalmente, salvo que su páncreas no es de rata –no puede serlo—, sino de ratón. Cambiando ratón por humano, y rata por cerdo, esto sería una factoría de páncreas humanos. Pero todavía no funciona bien.
“Todos los ratones se desarrollaron de forma saludable y gozaron de una esperanza de vida normal, lo que revela que sus procesos de desarrollo fueron normales”, explica el primer autor del trabajo, Jun Wu, del Salk. Crecer órganos humanos en un embrión de cerdo, por desgracia, está planteando problemas técnicos imprevistos. Aun así, las células y tejidos humanos cultivados en cerdo podrán utilizarse pronto, esperan los científicos, para probar candidatos a fármacos de formas drásticas y eficaces: de formas en que no se pueden probar en una persona.

Si a partir de ahora sus tomates saben a tomate, es por esto

Actualmente los vegetales son más rojos y apetecibles a la vista, pero ¿dónde se ha quedado su sabor? El CSIC se ha unido a investigadores internacionales para resolver el misterio

Si es de los que añora el sabor de los tomates de otros tiempos, seguramente le alegrará saber que, posiblemente, pronto podrá liberarse de este sentimiento de nostalgia: un equipo internacional de investigadores ha identificado la causa de la falta de sabor de la mayoría de los tomates que comemos actualmente y cuáles son los genes responsables de esas cualidades tan apreciadas.
Una investigación que publica hoy en la revista Science, desarrollada por científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, la Academia China de Ciencias Agrícolas, la Universidad de Florida y la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), ha analizado 398 variedades de tomate y ha encontrado que las variedades modernas contienen menos cantidad de 13 compuestos volátiles que están implicados en el sabor. Además, han identificado marcadores genéticos que afectan a esos compuestos relacionados con el sabor.
Con toda esta información, los productores podrán cruzar las variedades modernas y tradicionales para obtener tomates sabrosos (como los de antes) y con las ventajas (resistencia a enfermedades, duradebilidad e incluso buena forma y color) de los que se venden ahora. “Identificar las variedades y cruzarlas es un trabajo exhaustivo, pero a partir de estos resultados hay información para hacerlo”, explica a BUENAVIDA el profesor del CSIC Antonio Granell, director de la parte española de la investigación de Science.

Aquel sabor de los tomates del futuro

Para entender el problema de esta pérdida, Granell explica que el sabor de un alimento no depende solo del gusto, sino de la suma de este sentido y del olfato: "En el tomate, los azúcares y los ácidos activan los receptores gustativos, mientras que los compuestos volátiles, esenciales para el buen sabor, estimulan los olfativos”. Un análisis químico de este vegetal ha detectado una importante reducción de la cantidad de 13 de estos compuestos, una merma que es, según Granell, consecuencia de “haber mantenido, en los programas de mejora de la producción, una serie de características que son fáciles de seguir, como el color y el tamaño. Conservar el sabor es una tarea más complicada porque ni hay instrumentos que analicen esta propiedad, ni es posible disponer de un grupo de catadores que seleccionen las más ricas de entre miles de plantas”. Sin embargo, a partir de ahora, este trabajo será más fácil de realizar: “Los marcadores moleculares encontrados se podrán utilizar en los programas de mejora para cultivar tomates más ricos y resistentes”, afirma.
Para que los científicos pudiesen buscar las cualidades gustativas más apreciadas, contaron con la ayuda de un panel de cata, encargados de probar los tomates y poner nombre concreto a los sabores. El profesor del CSIC evita citar las más apreciadas, porque “depende del gusto personal (hay más de cien receptores en la mucosa oral) y cultural", aunque admite que de los más valorados es la combinación de un toque dulce con un equilibrio de ácidos y sabores floral y afrutado. "El sabor verde gusta menos pero también tiene que estar presente”, concluye.
“Los marcadores moleculares encontrados se podrán utilizar en los programas de mejora para cultivar los tomates más ricos y resistentes” (Antonio Granell, CSIC)
Aunque aún es pronto para que esos resultados se puedan aplicar. ¿Los agricultores podrán utilizar esta información para que la cosecha de este mismo año sea histórica en lo que a sabor se refiere? Granell, que es profesor en el Instituto de Biología Molecular y celular de Plantas, un centro del CSIC y la Universidad Politécnica de Valencia, lo descarta, pero insiste en que se podrá hacer en el futuro próximo. También advierte: “No todo es la genética. También hay ciertas prácticas agrícolas que van en contra del sabor: si se abona mucho o se riega mucho, el tomate crece pero pierde sabor; si se limita la producción, el sabor es intenso... Hay muchos factores que afectan a la calidad. Nosotros hemos identificado los mejores genes, aunque hay muchas más variables. Pero con una buena genética, y unas buenas prácticas, podremos ir en la buena dirección”.
Además, recuerda que los tomates tradicionales (esos que conservan el sabor) "aún existen y la semilla está disponible para los que lo soliciten. ¿Por qué no están más presentes en el mercado? Porque hay variedades más productivas, que hacen que los tomates duren más después de recolectarlos. No todo es el sabor”.
Referencia Science: Denise Tieman, Guangtao Zhu, Marcio F. R. Resende Jr., Tao Lin, Cuong Nguyen, Dawn Bies, Jose Luis Rambla, Kristty Stephanie Ortiz Beltran, Mark Taylor, Bo Zhang, Hiroki Ikeda, Zhongyuan Liu, Josef Fisher, Itay Zemach, Antonio Monforte, Dani Zamir, Antonio Granell, Matias Kirst, Sanwen Huang, Harry Klee. A chemical genetic roadmap to improved tomato flavor. Science. DOI: 10.1126/science.aal1556

METABOLISMO CELULAR. ANABOLISMO AUTOTROFO


METABOLISMO CELULAR. CATABOLISMO


APARATO CIRCULATORIO Y RESPIRATORIO


METABOLISMO CELULAR. NUTRICIÓN CELULAR


miércoles, 25 de enero de 2017

¿Puede un análisis de ADN predecir que este bebé tendrá un infarto a los 50?

Tener el genoma secuenciado puede orientar al médico sobre cuáles son los puntos débiles, pero aún no sirve para lo que algunos venden

¿Estamos preparados para asumir la vida conociendo una información que las técnicas actuales son capaces de predecir, pero para la que no existe una solución? ¿Y si justo el día de su nacimiento le hubieran dicho a sus padres que se enfrenta a una enfermedad futura mortal o incapacitante sin tratamiento conocido? ¿Y si, después, matizaran: “Pero no existe una certeza absoluta, simplemente es muy probable”? La ansiedad, el miedo, las dudas... Es el reverso de una de las grandes esperanzas de la ciencia, el análisis de ADN y su utilidad médica, gigas y gigas de importantísimos datos que vienen a alargar y mejorar la existencia humana, pero sobre los que todavía planean abundantes dudas. Cada vez menos, eso sí, sobre todo desde que en 1990 se diera el pistoletazo de salida al Proyecto Genoma Humano, un monumental trabajo de investigación internacional que concluyó en 2003. Desde entonces, los científicos escudriñan todos los secretos que esconde nuestro genoma y las aplicaciones que ello podría suponer para seguir avanzando en una vía médica muy prometedora: la terapia génica, que consiste en sustituir material genético defectuoso del paciente por otro en buen estado, útil para curar ciertas enfermedades o prevenir su futura aparición en una persona y sus descendientes.
Para lo bueno y para lo malo… no solo las parejas se prometen estas grandezas conceptuales. También el espermatozoide —vencedor de una frenética carrera fraguada en medio de una extrema competencia— y el óvulo que accede a ser fecundado sellan una unión indisoluble que, a diferencia de esos acuerdos humanos, perdurará sí o sí hasta que la muerte los separe. Tras firmar esa asociación biológica indivisa se iniciará la gestación de un nuevo ser y para empezar a construirlo el material genético de ambos progenitores deberá combinarse, conformando un nuevo y exclusivo cóctel presente en cada una de las células del vástago hasta el fin. Una mezcolanza hecha de ácido desoxirribonucleico —ADN—, que unido a determinadas proteínas erigirá los 23 pares de cromosomas encargados de custodiar durante toda la vida, a modo de almacén, la información genética en el núcleo celular de ese nuevo Homo sapiens, codificada mediante unas unidades que llamamos genes. De estos, tenemos alrededor de 20.000, de distintos tamaños. Una cantidad de datos tan colosal que, hasta no hace mucho, ningún humano era capaz de descifrar. Pero la ciencia avanza a una velocidad de vértigo, y lo que ayer era pura terra incognita, hoy es un ámbito en frenética ebullición.
Secuenciar el genoma está especialmente indicado en personas con antecedentes familiares de enfermedades que pueden ser hereditarias, como algunos cánceres
Un asunto importante. A veces, el ensamblaje genético previo al desarrollo del cigoto (el óvulo fecundado) sufre determinados fallos o mutaciones que pueden afectar al material genético del óvulo o el espermatozoide, o provocar que el ADN no logre copiarse correctamente. Consecuencias: problemas en el desarrollo y funcionamiento de algún sistema u órgano de diversa gravedad, que pueden ser hereditarios. Para detectarlos es básico recopilar los datos almacenados en esa cantidad ingente de material genético: en 3.200 millones de pares de base nitrogenadas que, cada 3, constituyen los 20 aminoácidos con los que se sintetizan las proteínas que necesitamos para desempeñar las funciones vitales.

¿Para qué quiere tanta información?

Obtener el libro donde se nos define hasta la médula está cada vez más al alcance de todos. Empresas como Made of Genes están especializadas en secuenciar nuestro genoma. Óscar Flores, cofundador de la compañía junto a Miguel Ángel Bru, expone: “Puede ser muy útil a la hora de anticiparse y prevenir futuros problemas de salud, pero está especialmente indicado cuando hay evidencias de antecedentes familiares de enfermedades hereditarias como el cáncer, enfermedades neurodegenerativas o problemas cardiovasculares”. Según Toni Gabaldón, profesor e investigador en el Centro de Regulación Genómica del ICREA (Institució Catalana de Recerca d’Estudis Avançats), “hay escenarios en que resulta extremadamente útil tener el genoma secuenciado. El primero, personas con cáncer: pacientes con el mismo tipo de cáncer pueden albergar tumores muy diferentes y por eso secuenciar las células sanas y las tumorales aporta valiosa información para determinar las mutaciones, lo que puede ayudar a decidir el tratamiento. También es una valiosa herramienta para personas con una dolencia grave sin diagnóstico: su genoma puede ayudar a identificar las anomalías genéticas de una enfermedad rara, lo que permite acceder, en caso de existir, a ensayos clínicos que estén luchando por combatir esa afección”.
En internet, es fácil comprar ‘kits’ de análisis ‘antiobesidad’ por solo 99 euros. los expertos lo tienen claro: “son una estafa”
Además del cáncer, que encabeza la lista, Blanca Laffon, profesora titular de Psicobiología en la Universidad de A Coruña, y coautora del libro Terapia génica (CSIC y Catarata), añade otras patologías que hoy tienen más posibilidades de ser resueltas con terapia génica. “En segundo lugar, están las originadas por el defecto de un solo gen, es decir, las enfermedades monogénicas como la fibrosis quística o la hemofilia”, prosigue. “Las causadas por alteraciones en diversos genes, como la esquizofrenia o según qué tipo de diabetes, son mucho más complejas de tratar. Y, en tercer lugar, estarían las enfermedades cardiovasculares y las infecciones”.
En el caso concreto de las cardiopatías, el doctor Sekan Kasirethan, profesor de la Harvard Medical School (EE UU), explica que los análisis de ADN "no está claro que ayuden a tomar una decisión clínica a día de hoy". Para este especialista, la prescripción médica sería la misma en cualquier caso: comer menos, más ejercicio, dejar de fumar. "No se ha demostrado que saber que hay un mayor riesgo ayude a los médicos a optar por un tratamiento diferente", señala.
En la inmensa mayoría de las veces los tratamientos llegan tarde: cuando el paciente ya presenta síntomas, por lo que, sobre todo, un test de ADN podría ser utilizado para evitar que se desarrolle una enfermedad para la que mostramos preponderancia genética e impedir que la herede nuestra descendencia. Es el caso que se explica en el programa de televisión El cazador de cerebros, de La 2 (TVE), conducido por Pere Estupinyà, en concreto en el capítulo ¿Querrías saber tu destino genético?, en el que el paciente Wenceslao Fernández, tras ser diagnosticado de cáncer medular de tiroides, averiguó que su dolencia procedía de una mutación genética que quizá podían tener otros familiares. Mientras que sus hermanas no presentaron esa mutación, sus tres hijas sí: todas la habían heredado. Sabiendo que esa alteración causa cáncer con un 100% de probabilidad a partir de cumplir los 30 años, decidieron, tras pensárselo mucho, practicarles una tiroidectomía o extirpación del tiroides. Las chicas a su vez, cuando quieran tener descendencia, podrán someterse a una fecundación asistida para seleccionar embriones libres de esa mutación y evitar para siempre que el gen siga trascendiendo. Un dato: solo el 5% de todos los tumores tiene un carácter hereditario, según el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.
“Una secuencia aporta información, pero no es conocimiento. Aún falta interpretar los matices de un genoma” (Karel van Wely, investigadora)

En la enfermedad y en la salud

Tener el genoma secuenciado puede orientar al médico sobre cuáles son los puntos débiles, incluso si no tiene ningún problema de salud: a qué podemos ser más propensos y por tanto, en qué aspectos deberíamos cuidarnos más. Pero, atención. El investigador Karel van Wely, del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, advierte que “una secuencia aporta información, pero no es conocimiento. Todavía no sabemos interpretar todos los matices de un genoma, falta mucho para eso”. Sí sirve, sin embargo, para esbozar un cuadro general a grandes rasgos. Al citado presentador de televisión, por ejemplo, le detectaron una tendencia a tener la sangre más viscosa de lo habitual, lo que podría provocarle, con mayor probabilidad, una trombosis, y que necesitaría tomar, en caso de accidente, algún anticoagulante. Le advirtieron, además, de un cierto riesgo a desarrollar tumores, por lo que le aconsejaron controles periódicos, y detectaron que ciertas enzimas que detoxifican el organismo no le funcionaban muy bien, por lo que es algo más vulnerable a factores ambientales como el tabaco o la contaminación. En su genoma, también leyeron una predisposición a tener alto el colesterol malo y bajo el bueno; y que no le conviene tomar paracetamol porque inhibe una reacción química que él tiene “en baja forma”. Los especialistas, tanto Flores como Laffon, están de acuerdo en que conociendo estos rasgos generales se pueden proponer planes de envejecimiento saludable y programas integrales de prevención de determinadas enfermedades, algunos de ellos basados en la dieta, que es lo que se conoce como nutrigenómica. Pero estas pruebas aún están en pañales. “Son incompletas [hay hasta 300 genes implicados en la obesidad y apenas se suelen analizar una decena] y aún no ofrecen resultados fiables”, apostilla Juan Revenga, dietista-nutricionista y autor de Adelgázame, miénteme (Ediciones B).
Con contadas excepciones, la terapia génica se halla todavía en fase de ensayos y pruebas clínicas. “Despertó muchas expectativas hace veinte años, pero tras varios casos de muerte durante determinados ensayos, las empresas farmacéuticas dieron un paso atrás”, observa el investigador Gabaldón. El primer tratamiento que se aprobó en el mundo data de 2003 y fue en China: Gendicine, para el cáncer de cabeza y cuello de útero. Sin embargo, Laffon deja claro en su libro que “es de destacar que fue aprobado sin tener datos de la última fase de todo el ensayo clínico estándar”. Dos años después se aprobó, también en China, el Oncorine, para el cáncer de nasofaringe. La Agencia Europea del Medicamento no aprobó ninguno hasta el 2012, cuando salió al mercado Glybera, “un vector viral modificado para que se pueda utilizar en el tratamiento de la deficiencia de lipoproteína lipasa, una proteína necesaria para descomponer la grasa de los alimentos y evitar que las partículas de grasa se acumulen en la sangre”, se explica en el libro. “Lógicamente, todos los medicamentos o terapias deben pasar evaluaciones que confirmen su eficiencia y seguridad”, confirma Gabaldón. “Primero se prueba in vitro, luego en animales y, por último, en humanos. Todo el proceso conlleva varios años, entre 5 y 20 dependiendo del tipo de ensayos clínicos”. En los últimos tiempos, añade, se han centrado muchos esfuerzos en establecer formas más seguras de hacer llegar el gen modificado a las células dañadas. En EE UU, la Agencia del Medicamento (FDA) aún no ha aprobado ningún producto de terapia génica para uso clínico.

Búsquese un buen psicólogo

¿Qué pasa si nos hacemos secuenciar el genoma y descubrimos que sufriremos una dolencia para la cual no existe remedio? Tal y como explica el catedrático en Psicobiología de la Universidad de A Coruña Eduardo Pásaro, coautor del libro Terapia Génica, esta es una cuestión importante a tener en cuenta, porque puede abocarnos a estados psicológicamente complejos. Miren si no la historia que narra Pásaro, basada en hechos reales: “¡Al fin conozco mi genoma!”, exclama alguien. “Me ha costado 900 euros pero hoy puedo leer mi secuencia de nucleótidos, lo más secreto de mi ADN. Sin embargo, las noticias no son agradables: me acabo de enterar de que he heredado una secuencia del gen de la huntingtina, localizado en mi cromosoma 4, con un número de copias excesivo y que en algún momento de mi vida desencadenará el inicio de una enfermedad denominada Corea de Huntington [que implica desde cambios de comportamiento hasta movimientos anormales], para la que no existe terapia efectiva, y de la que difícilmente se puede sobrevivir más allá de los 48 años. Tengo 29 años y mi pregunta es ¿y ahora qué?”.

Así se sustituye un gen

¿Cómo se envía un gen bueno al interior de los cromosomas de las células dañadas, denominadas células diana? Existen dos medios de transporte posibles. “Uno es por transferencia viral. Es decir, utilizando un virus, que no es más que un fragmento de ADN o ARN confinado en una cápsula proteica que se incrusta en las células para poder reproducirse, ya que no tienen metabolismo propio”, explica Laffon. Lo que se hace es modificar el genoma del virus para que introduzca los genes deseados (e impedirle que se reproduzca) para una determinada terapia génica. “El virus deposita su material genético en el núcleo de las células a las que infecta”, añade. “La expresión de ese gen hará que se genere la proteína deseada para la terapia, la que el organismo no fabricaba por sí mismo o lo hacía de manera errónea”. Su elevada capacidad de transferencia hace que sea el método más utilizado, aunque implica algunos riesgos. Entre ellos, que se transfiera también el virus no modificado (y por tanto, patógeno), que se modifiquen también los genes buenos, que las células reproductoras del paciente se vean afectadas o que se desencadenen procesos cancerosos. La segunda forma de transferir ese ejército de salvación genético es mediante métodos físico-químicos, es decir, fármacos en los que el gen que se quiere introducir se integra en una molécula de ADN. Esta vía tampoco está exenta de contraindicaciones: la tasa de transferencia es mucho menor y muchos de ellos son muy útiles para tratamientos in vitro, pero no para ser aplicados directamente al paciente. En ambos métodos, los genes que se traspasan pueden o bien integrarse en el cromosoma y, por tanto, sus efectos pasarán a la descendencia de esa célula, o bien actuar de forma externa, también llamada forma episómica.
Esta situación la vivió la neuropsicóloga Nancy Wexler en 1983. Tras ser la primera persona que encontró una técnica para un diagnóstico precoz de la enfermedad de Huntignton (que padecían ella y su madre, que falleció de esta dolencia), se planteó si era mejor conocer su propio destino o vivir en la duda el día a día. Afortunadamente, continúa viva, dedicada por completo al estudio de esta enfermedad. Pero muchos otros no han tenido tanta suerte. La cuestión, como plantea Pásaro, es ciertamente un dilema de difícil decisión por las implicaciones psicológicas que conlleva. Cuando no hay terapias efectivas, pero sí diagnósticos certeros, añade: “La vida tiene unas connotaciones singulares y está generalmente sometida a un mal control emocional que conlleva importantes efectos psicológicos. La edad y la personalidad de cada individuo son factores que modularán aspectos como las manifestaciones de negación, miedo, formas de afrontar las cosas, ansiedad, depresión y otros rasgos psicopatológicos que sin duda aflorarán mientras el cronómetro cuenta hacia atrás”. La polémica esta servida: ¿debería trasladarse el conocimiento de nuestra información genética cuando esos avances predictivos, –que no son para nada diagnósticos de absoluta certeza–, no vayan en paralelo con terapias efectivas, o por el contrario, saber lo que nos puede deparar siempre es mejor que desconocerlo? Difícil respuesta. Y usted… ¿qué opina

miércoles, 18 de enero de 2017

Los humanos han movido de sitio 1.000 especies de aves

El colonialismo y el tráfico de pájaros exóticos son las principales causasOtr

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La cotorra monje o argentina es una especie invasora en varios países europeos. TIM M. BLACKBURN
Entre los presentes que Cristóbal Colón llevó a los Reyes Católicos de su primer viaje a las Indias había varios papagayos de vivos colores. Es uno de los primeros casos documentados de la era moderna de introducción de una especie alóctonaen un nuevo territorio. Aquella primera introducción fracasó pero un nuevo mapa global muestra que, desde entonces, el colonialismo primero y el tráfico de pájaros después han movido de sitio casi 1.000 especies de aves.
De las 18.000 especies de aves que se estima que hay en el planeta, unas 1.000 vuelan sobre territorios que no son el suyo original, según un trabajo publicado en PLoS Biology por una decena de investigadores británicos, australianos y sudafricanos. Tras rastrear el origen de estas especies alóctonas, crearon un gran mapa con su distribución geográfica. Pero no es una imagen fija, sino que permite ver desde el 1500 hasta el año 2000 cuándo y cómo llegó una especie de fuera a un nuevo territorio.

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Comprobaron que, a pesar de que los dos primeros siglos de su estudio estuvieran protagonizados por el comercio e intercambio entre España y sus colonias, la llegada de especies exóticas, como los papagayos de Colón a Europa, fue reducida y aún menor la de los casos en que se habituaron al nuevo entorno. De hecho, la primera gran oleada de introducciones de aves tuvo que esperar a que el Imperio español fuera sustituido por el británico.
Los británicos llevaron patos, faisanes y palomas a sus colonias para cazarlos como en la campiña inglesa
Desde finales del siglo XVIII se produce un intenso y creciente tráfico de aves entre Inglaterra y sus colonias. Pero el sentido de este comercio no era el tradicional de otros muchos productos, desde la colonia a la metrópoli, sino desde esta a aquellas. Las familias con las especies más introducidas son Anatidae (patos, gansos o cisnes), Phasianidae (faisanes, perdices o urogallos) y Columbidae(palomas, tórtolas...) Todas tienen algo en común, se trata de aves de caza. Para los investigadores, los colonos, en particular los más pudientes, querían sentirse en la nueva tierra como si fuera la campiña inglesa.
En esa expansión tuvieron un gran protagonismo las sociedades o jardines de aclimatación, el primero creado en 1954, en París. Con un enfoque impensable hoy, buscaban introducir vida de otras regiones (ya fueran plantas, animales o salvajes) y adaptarlas a los usos y gustos occidentales.
"Fueron muy importantes en algunas zonas, en especial en aquellas colonizadas por los británicos", dice el profesor del University College de Londres y principal autor del estudio, Tim Blackburn. "En Nueva Zelanda, por ejemplo, zona relevante en riqueza de especies alóctonas, varias de estas sociedades trabajaron durante un siglo para introducir y establecer especies. En ese país fueron introducidas más de 100, la mayoría por las sociedades de aclimatación", añade el también biólogo de la Sociedad Zoológica de Londres.
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El mapa muestra las zonas de origen (izquierda) y destino en dos grandes periodos, el colonial y desde 1983. Cuanto más al rojo, más trasvase de aves. 
La segunda gran oleada de movimientos de aves por los humanos se inicia tras la II Guerra Mundial. Más de la mitad de las introducciones se produce desde los años 50. Y un tercio del total, desde 1980. Pero este tráfico es muy diferente al del periodo colonial. Europa ha dejado de ser el origen de la mayoría de las especies alóctonas, siendo sustituida por el sudeste asiático y el África subsahariana.
Hay otra gran diferencia. Hasta el siglo pasado, la transferencia de especies fue deliberada, buscando un beneficio (alimento, caza, estética...). En la actualidad, la mayor parte de las aves alóctonas que aparecen en un territorio por primera vez se han escapado de una jaula o las han soltado. Tres de las cuatro familias con más especies introducidas son los psitacoideos (loros, cotorras o periquitos), estríldidos (pinzones, capuchinos culiblancos, diamante hermoso...) o los estúrnidos (estorninos o minás). Se trata de aves de vivos colores usadas como mascotas decorativas.
Los destinos también han cambiado. Los investigadores comprobaron que existe una correlación entre la riqueza del país y la llegada de pájaros vistosos. Además, han resurgido mercados que siempre estuvieron ahí, pero que habían sido oscurecidos por la pasión británica por las aves. Hoy, los países que más especies exóticas reciben son Singapur, Hong Kong y Taiwán en el este de Asia y los países del golfo Pérsico. En Occidente, destacan Florida, como puerta de entrada a EE UU, y España.
España se ha convertido en gran destino de aves exóticas junto a Singapur, Taiwán u Oriente Medio
"España es la duodécima potencia económica del mundo y su posición geográfica la convierte en el puente con África y, dado su pasado compartido, con América", recuerda el responsable de especies amenazadas de SEO/BirdLife, Nicolás López-Jiménez. "A España llega todo el tráfico ilegal de especies exóticas que después acaba en Europa, añade. Según datos de esta organización ornitológica, el territorio español lo sobrevuelan 525 especies nativas, entre residentes e invernales o de paso, y unas 350 especies de aves alóctonas. Por fortuna solo 17 de estas últimas están catalogadas como invasoras.
A López-Jiménez solo le sorprende un dato de este mapa global de especies alóctonas y es la relativa escasa introducción de especies de América Latina en otras regiones. Sin embargo, hay que tener en cuenta que este trabajo se detiene en el año 2000 y no recoge datos sobre, por ejemplo, el problema ambiental que ya suponen las cotorras sudamericanas en varias ciudades españolas.
Como dice Blackburn: "Se trata de una cuestión de distancia a los lugares con mayor demanda. El tráfico de aves es muy activo en el este de Asia, de ahí la relevancia de las especies del sur y sudeste asiático. A medida que las especies de estas regiones decaigan, solo será cuestión de tiempo que los mercaderes empiecen a explotar la riqueza ornitológica de América del Sur".