martes, 14 de mayo de 2013



Nuevo coronavirus: un virus rodeado de incógnitas

Por:  | 14 de mayo de 2013

  
La OMS anunció ayer a los medios de comunicación que el nuevo coronavirus puede trasmitirse entre humanos. Esta nueva cepa de virus, emparentado con el virus causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), está bajo la estrecha vigilancia del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la OMS, entre otras muchas instituciones sanitarias.
Desde que se detectó por primera vez, en junio del año pasado muchas son las incógnitas que rodean a este particular virus. De momento, hay 2 casos confirmados de coronavirus en Jordania, 2 en Qatar, 24 en Arabia Saudí, 3 en Reino Unido, 2 en Francia y 1 en los Emiratos Árabes.
Pese a pertenecer a la misma familia que el virus causante del SARS, lo cierto es que genéticamente son muy diferentes, lo que dificulta conocer y predecir su comportamiento y agresividad. Por esa razón, las instituciones mantienen un estado de cautelosa vigilancia, a la espera de obtener más datos que aclaren qué grado de amenaza supone para la humanidad. ¿Cuáles son estos misterios que rodean a este nuevo virus?

¿Cuál es su origen?

El nuevo coronavirus se detectó por primera vez en humanos en Arabia Saudí hace casi un año, pero, aparte de eso, no se sabe mucho más. Virus como los pertenecientes a la familia de coronavirus suelen circular y trasmitirse de forma desapercibida entre animales de una misma especie como (cerdos, murciélagos, aves, ratones, ovejas) hasta que, por cuestiones del azar, unas determinadas mutaciones permiten a una cepa concreta del virus "saltar" a otra especie (como el ser humano).
Es entonces cuando la ciencia médica suele identificar por primera vez este virus (clasificado como nuevo) al causar enfermedades en el hombre, aunque en realidad lleve mucho tiempo circulando entre una o más especies animales. Es fácil de comprender si tenemos en cuenta que los virus circulantes en el mundo entre todas las especies es como un inmenso iceberg y la ciencia dedica prácticamente todos sus recursos a investigar la punta visible (aquellos virus que afectan al ser humano o, como mucho, a animales domésticos). Todo lo demás suele permanecer bajo la oscuridad.
A diferencia del SARS, que se dio en países muy poblados de Asia y cuyo origen parece ser que estuvo en ginetas de un mercado, el nuevo coronavirus se da en un sitio con una densidad de población muy baja (algo bastante atípico, porque dificulta mucho la extensión del virus). Además, sigue siendo un misterio la especie a partir de la cual ha saltado el virus a humanos, aunque algunos indicios apuntan a que provenga de murciélagos.
¿Cuál es su letalidad?
Hasta ahora, se han confirmado por laboratorio 34 casos de personas afectadas, de las que 20 han muerto. Sin embargo, es imprudente tomar estas cifras para valorar la virulencia real del nuevo coronavirus por varias razones. La principal, porque en aquellas personas afectadas por este coronavirus de forma leve, puede pasar como un resfriado, por lo que no se llegan a hacer pruebas de laboratorio y, por tanto, no se detectan como casos. Las ocasiones en las que sí se detecta suelen ser cuándo la persona se encuentra en un estado grave (o hay sospecha de que ha estado expuesto con un caso confirmado) y entonces se hacen las oportunas pruebas de laboratorio para identificar el agente causante.
Otra razón por la que desconocemos la agresividad del nuevo coronavirus, es que se encuentra en una fase muy inicial de su expansión, habiendo afectado a un número reducido de personas, lo que hace aún más difícil valorar su letalidad. Además, el primer brote tuvo lugar en un hospital, lo que apunta a que se dio entre personas más susceptibles a infecciones y complicaciones por tener ya una enfermedad de base. Todo esto en su conjunto oscurece en gran medida saber la letalidad del virus. Lo único que está claro es que es mucho menor de lo que los datos confirmados de laboratorio y los medios de comunicación más alarmistas indican.
¿Cómo se ha trasmitido el nuevo coronavirus hasta ahora?
La noticia de ayer arroja un poco más de luz al asunto, al indicar con una alta probabilidad que el virus es capaz de trasmitirse entre humanos que hayan mantenido un contacto bastante estrecho. Pero, si este parece ser el caso, ¿cómo ha sido posible que se extendiera en un país con una densidad de población tan baja como Arabia y después pasara a países como Reino Unido o Francia? ¿Puede ser que se haya trasmitido la enfermedad de forma oculta (por no distinguirse de un resfriado) y sólo se esté detectando en los casos más graves? Es una posibilidad que indica la OMS puesto que se han detectado 2 miembros de familia afectados por el coronavirus que no habían tenido relación alguna con los brotes detectados en Arabia. Otra posibilidad es que una determinada especie animal esté actuando como intermediaria de la transmisión del virus. Por el momento, se necesita más tiempo para confirmar o rechazar esta hipótesis y así conocer mejor cómo se trasmite el virus. 
¿Podría causar una pandemia?
De momento, no se sabe y es algo que la propia OMS está evaluando. Si bien es cierto que la supuesta baja trasmisión del virus indica que es muy improbable que pueda causar actualmente una pandemia, pero nadie sabe qué mutaciones puede adquirir el virus a lo largo de los meses o los años que puedan favorecer su trasmisión.
Cada vez que un nuevo virus circula a través de humanos es como si se lanzaran a la vez millones de dados que podrían dar lugar a unas mutaciones u otras, de las combinaciones resultantes se determinará que el virus quede en el olvido o cause una pandemia. Lo importante es estar preparados porque aunque no sepamos, por cuestiones del azar, si un determinado virus causará una pandemia o no, sólo hay una cosa extremadamente segura: más tarde o más temprano, una pandemia llegará (como lo ha hecho cíclicamente en la historia de la humanidad). La gran cuestión no está en saber si ocurrirá una pandemia, sino en saber cuándo y con qué virus ocurrirá y si estaremos preparados para ello.
Arriba, vista del hospital de Douai, en el norte de Francia, donde se informó de casos de infectados. A la derecha, fotografía de virus (Istockphoto).


REPRODUCCIÓN DE LAS METAFITAS

domingo, 12 de mayo de 2013

1º BACHILLERATO. PLANTAS TRANSGÉNICAS



Los transgénicos arraigan

Europa bloquea los cultivos modificados, pero estos se expanden en el resto del mundo,Miguel Ángel García Vega Madrid

Las palabras nunca son inocentes. Terminator. Que una semilla modificada genéticamente sea conocida en el mercado con este apodo es hacer oposiciones a su rechazo. Más todavía cuando descubrimos que su gran cualidad es producir una segunda generación de semillas estériles. Esta tecnología nunca ha llegado al mercado, a pesar de existir desde la década de los noventa. Pero revela que cuando hablamos de cultivos genéticamente modificados, el debate lleva a una trascendencia impensable en otra industria. “¿Hablamos de agricultura o de religión?”, se cuestiona un experto. Hablamos de un sector que, pese a la aversión de muchos —gran parte de la Unión Europea—, se extiende por el mundo como la onda que una piedra deja en un estanque.
En el planeta ya hay 170,3 millones de hectáreas con cultivos modificados genéticamente, un 6% más que durante 2011. De hecho, Estados Unidos (69,5 millones de hectáreas), Brasil (36,6), Argentina (23,9) y Canadá (11,6) copan la superficie plantada. Pero, por vez primera, las naciones en vías de desarrollo cultivan una superficie mayor (52%) que las desarrolladas (48%).
Este cambio en el mapamundi agrícola alarma a muchos, alegra a unos cuantos e inquieta a casi todos. En primer lugar, a la todopoderosa industria alimentaria estadounidense, que soporta cada vez más presión para que informe en las etiquetas de sus productos de los contenidos transgénicos. La cadena de supermercados Whole Foods Market acaba de anunciar que lo hará; eso sí, en 2018. Sin embargo, la idea podría extenderse a todo el sector. Y esto ha desatado los nervios.
“La industria hizo todo lo que pudo para evitar el etiquetado, y ahora está sintiendo las consecuencias: una profunda desconfianza hacia ella y sus productos. ¿Qué están intentando esconder?”, se pregunta Marion Nestlé, profesora de Nutrición y Salud Pública de la Universidad de Nueva York. Esta desconfianza viaja sobre todo a las grandes empresas de cultivos transgénicos: Monsanto —con fama de defender con fiereza sus patentes frente a los agricultores—, Dupont, Bayer, Syngenta, Basf y DowAgro Sciences. Entre las seis controlan la gran mayoría de las patentes e investigaciones genéticas. El resultado, según la ONG Grain, es dominar el 60% del mercado mundial de las semillas y el 76% del de agroquímicos.
Las naciones en vías de desarrollo ya cultivan más que las desarrolladas
Esta concentración genera problemas. “Compañías como Monsanto usan su monopolio virtual en las semillas para subir los precios de las variedades genéticamente modificadas y sacar del mercado a muchas —o a todas— de las opciones que no son transgénicas”, denuncia Jeffrey M. Smith, director del Institute for Responsible Technology. Es más, añade: “Cuando científicos independientes encuentran efectos adversos son atacados inmediatamente por los intereses de las biotecnológicas. Sus datos incriminatorios son distorsionados y desmentidos, y a menudo tienen que enfrentar despidos o la pérdida de dinero para sus investigaciones”. Las biotecnológicas niegan este proceder.
Ahora bien, para comprender de dónde proviene esta desconfianza hay que saber que se comercializan dos tratamientos genéticos en la agricultura modificada. Uno aporta resistencia frente a los herbicidas (HT, por sus siglas en inglés) y el otro protege de los insectos (Bt). Con esta alteración, muchos cultivos pueden resistir altas dosis de herbicidas, permitiendo al agricultor usar cantidades elevadas sin matar la cosecha. Lo cual tiene su paradoja. “Después de casi 20 años de investigaciones y miles de millones de euros invertidos, solo han logrado dos aplicaciones. Desde luego, no parece una gran revolución biotecnológica”, ironiza Gustavo Duch, coordinador de la publicación Soberanía alimentaria.
Dentro de esa esperada revolución, los transgénicos estaban llamados a ser una herramienta para erradicar el hambre. Sin embargo, las dudas se acumulan. “El 90% de los cultivos transgénicos mundiales se dedica a la colza, el maíz, la soja y el algodón. Y su destino es el textil industrial y alimentar al ganado. Pero no llega a las personas”, relata Henk Hobbelink, responsable de Grain.
Tampoco causa gran tranquilidad saber que algunas de las compañías que fabrican los herbicidas son las mismas que diseñan las semillas que lo soportan. Monsanto produce Roundup —un potente herbicida—, a la vez que vende su línea de semillas Round Ready (soja, algodón, colza, azúcar, alfalfa y maíz), que toleran ese compuesto químico. “Es como comprar un coche que necesita un mantenimiento especial y el único taller que lo ofrece es propiedad de la compañía que fabrica el automóvil. Te dará el servicio, pero generalmente con un recargo”, explica Andreas Boecker, profesor asociado de Alimentación, Agricultura y Recursos Económicos de la Universidad de Guelph (Canadá).
España es el décimo país del mundo en número de hectáreas cultivadas
En este momento entra en juego la variable precio. Las semillas modificadas son más caras que las naturales. Entre un 20% y un 40%, acorde con algunas estimaciones. Y los ahorros para el agricultor proceden del menor gasto en pesticidas, maquinaria y mano de obra. “Mi impresión, desde Canadá”, apunta Andreas Boecker, “es que muchos agricultores ven las empresas biotecnológicas como socios que les ayudan a mejorar los resultados de la explotación”.
No todo el campo lo entiende igual. Cuando los agricultores compran algunas de estas semillas, relatan en la industria, firman un acuerdo que establece que no pueden guardar simientes para resembrar. Así, deben comprar semillas nuevas cada año.
En esta situación, el agricultor, más pronto que tarde, se enfrenta al dilema de hacerse transgénico o no. Con lo que esto representa. “Nuestros agricultores son hombres de negocios independientes que tomarán sus decisiones en función de lo que es mejor para sus mercados e ingresos”, reflexiona Scott Yates, miembro de Washington Grain Commission, peso pesado en los cereales estadounidenses que respalda los cultivos modificados.
En el otro lado del mundo, la Unión Europea representa un papel, al menos, desconcertante. Solo permite dos cultivos. Un tipo de pata (Amflora, creada por Basf) y una clase de maíz (Mon 810, diseñado por Monsanto), que es resistente a la plaga del taladro. Pero da el plácet a la importación de 45 productos. Así que nos manejamos en la paradoja de que los agricultores españoles tienen que competir contra esa puerta abierta a las importaciones. Y esto lo sufren, por ejemplo, en los algodonales andaluces y en los maizales castellanos, donde para algunos sí encajan estos cultivos. “En España, la superficie aumenta, y eso que solo nos dejan cultivar maíz. Si no fuera así, también tendríamos algodón, que soporta altas plagas y donde hay que actuar con fitosanitarios”, apunta José Ramón Díaz, técnico de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja).
Aunque quizá tampoco hay tanto motivo para la queja. “España es el décimo país del mundo que más superficie (116.307 hectáreas) dedica a maíz transgénico (Bt), lo que supone el 90% de los cultivos en Europa de este tipo”, observa Soledad de Juan Arenchederra, directora de la Fundación Antama. Y eso que vamos en dirección contraria. Pues Francia, Alemania, Hungría, Austria, Grecia, Bulgaria y Luxemburgo prohíben nuestro maíz.
Frente a los obstáculos, las grandes biotecnológicas se están yendo a Latinoamérica en busca de negocio. “Europa va a perder una ventaja competitiva brutal en comparación con otras áreas del planeta”, argumenta Isabel García, secretaria general de la patronal biotecnológica Asebio.

sábado, 4 de mayo de 2013

Obtenido un virus de gripe con alta mortalidad y capacidad de transmisión


El experimento, en cobayas, combinó genes de la gripe A de 2009 con la aviar de 2003

Pretende adelantarse al riesgo de recombinación en la naturaleza

Emilio de Benito Madrid 3 MAY 2013 - 14:31 CET91


Guardar Un laboratorio de Harbin, al noreste de China, guarda en sus instalaciones el patógeno perfecto: combina la elevada letalidad del virus de la gripe aviar de 2003 (el H5N1) con la facilidad de transmisión –al menos entre cobayas- del de la que se denominó nueva gripe o gripe A de 2009, un H1N1. El trabajo que da cuenta del experimento lo ha publicado Science, y ha sido rápidamente replicado por Nature.


En concreto, el estudio de la investigadora Chen Hualan ha tomado el H5N1 como base, y le ha ido introduciendo genes del H1N1. Ella lo ha hecho en laboratorio, pero la idea es que es algo que puede suceder en la naturaleza si ambos virus coinciden en un mismo huésped (una persona o un cerdo, por ejemplo). Y eso, destacan los autores, no es tan raro. Aunque parezca olvidado, el H5N1 no ha desaparecido. Ha provocado un auténtico desastre en las granjas del sureste asiático con millones de aves muertas y otras tantas sacrificadas, y llevaba, según el último recuento de la Organización Mundial de la Salud del 26 de abril, 374 fallecidos desde 2003 (13 de ellos este año), con una letalidad (proporción de muertos por infectados) del 59,6%. Por otro lado, el H1N1 ya demostró su capacidad de propagación en 2009, cuando de un foco en México se expandió a todo el planeta en tres meses. Tanto, que aún sigue circulando y, por ejemplo, forma parte de los virus contra los que se fabrican vacunas de la gripe cada año desde entonces, incluida la prevista para el invierno de 2013.



Lo que ha hecho Chen ha sido intercambiar genes enteros del H5N1 por los del H1N1 y creó hasta 127 virus recombinantes. Este proceso es habitual en la naturaleza, y es una de las maneras en que los virus se adaptan y modifican (la otra es por medio de mutaciones). Los virus, como las bacterias, son organismo relativamente sencillos. Los de la gripe solo tienen ocho genes, y son bastante promiscuos: cuando coinciden con un congénere, se interrelacionan. En el mundo de los virus eso quiere decir que comparten material genético.



La investigadora China luego utilizó sus ejemplares para infectar cobayas, y midió con qué facilidad el virus se transmitía de los roedores afectados a los sanos. Así pudo delimitar que bastaba que el H5N1 original intercambiara dos genes concretos con el H1N1 para convertirse en fácilmente transmisible. Y no hacía falta que el intercambio fuera de ambos a la vez; bastaba con que lo hiciera con uno u otro. Esto parece una mala señal: es la recombinación (el nombre que se da a este trasiego de genes) más sencilla.



MICROBIOLOGIA INDUSTRIAL